Cada vez que me iba de viaje por tiempo indeterminado, sin fecha de regreso, con una mochila a cuestas y nada más que un par de mudas de ropa, lo hacía creyendo que yéndome a otros lugares, a otros países; todo por lo que estaba pasando se iba a desvanecer como por arte de magia.
Aunque por dentro sabía y sentía que esas situaciones no iban a desaparecer, me narraba y creía el cuento de que los problemas iban a dejar de existir por siempre.
“Me voy y que todo se vaya a la mierda, después de todo, la vida es una sola y hay que vivirla y que mejor que vivirla viajando”.
La cuestión es que los problemas, eso que te aqueja internamente, que te motivó y movió a irte para NO sentir ni ver, te persigue a todos lados. Donde vayas, va a ir con vos.
Se te van a presentar de diferentes formas, en diferentes escenarios y con diferentes actores, pero van a seguir apareciendo hasta que dejes de mirar al costado, de hacerte el desentendido y atiendas eso que no querés atender.
No podés escaparte de lo que llevas internamente y que la vida te pide que atiendas para resolver y transformar, NO PODÉS.
Siempre creí que viajar sin prisa, yendo a donde el viento me llevara, sin planes, sin ruta, iba a sacarme lo que internamente no quería ver ni sentir. Pero la realidad es que solo se pusieron en pausa por un lapso de tiempo, hasta que tuve que mirarlos.
Recuerdo estar en una isla paradisíaca en Colombia. Estaba meditando si seguir avanzando hacia Centroamérica para llegar hasta México o si ya pensar en emprender el regreso hacia Argentina. Mi mente consciente quería seguir viajando, disfrutando de maravillosos lugares, de conocer gente nueva, culturas nuevas, más experiencias. Mi corazón, mi interior me decía “Si seguís viajando, vas a pasarla mal, hay que atender lo que ya sabes y debes volver, ya disfrutaste y gozaste lo suficiente, es hora de hacerse cargo”.
Sentía muy adentro mío esa necesidad de ya volver porque si seguía iba a pasarla mal, y claro, nadie quiere pasarla mal y sería lo suficientemente idiota si continuaba aun sabiendo que eso iba a suceder, entonces emprendí mi regreso.
Hice varios viajes, buscando, inconscientemente, no hacerme cargo ni responsable de mí, de mi vida y de mi propia realidad, creía que todo se me tenía que ser dado, y siempre terminaba volviendo a mi Origen para resolver mi mundo interior, mi vida y hacerme responsable.
Tenía que empezar a sanar, a perdonar, a amarme y comenzar un camino de Despertar de Consciencia. Empezar un nuevo viaje, pero esta vez, un viaje diferente, hacia mi interior, un viaje de transformación radical y absoluta de quien era.
La moraleja. “No puedes escapar de quien sos, de lo que cargas, solo puedes transformarlo, para poder ser liberado de eso que te ata.”